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jueves, 14 de noviembre de 2013
revolucion rusa
Una sociedad modelada por el terror
La sociedad soviética que termina de configurarse en los años treinta fue
una sociedad puesta al servicio de los objetivos económicos del Estado y
de la ideología comunista.
La población siguió siendo mayoritariamente rural. El campesinado vivía en
unas condiciones muy difíciles (solo el 10 por ciento de los koljoses,
las granjas colectivas,
disponían de electricidad) y, tras el desastre de la colectivización, tuvo
que soportar una fuerte presión por parte de los agentes del gobierno para
que dedicaran más esfuerzo al trabajo en los campos colectivos.
En las ciudades, la creciente clase obrera sufrió las consecuencias de la
política de planificación e industrialización forzada. Para cumplir los
objetivos de los planes quinquenales, las condiciones de trabajo se
endurecieron enormemente. En muchas industrias, las jornadas de siete
horas seis días a la semana se convirtieron en jornadas de ocho horas
todos los días de la semana.
Aunque la constitución de 1936 proclamaba que la URSS era una sociedad sin
clases, la verdad era muy diferente. Por encima de las clases trabajadores
se situó la burocracia del partido comunista. Formada por aproximadamente
catorce millones de personas, los cargos comunistas acapararon la gestión
del estado y de la economía. Esta nueva clase social percibía sueldos de
entre 4 y 20 veces superiores a los obreros y disponía de diversos
privilegios, como raciones suplementarias de alimentos obtenidos en
tiendas especiales o apartamentos más amplios que el resto de los
ciudadanos soviéticos.
La burocracia obtenía estos privilegios a cambio de una sumisión absoluta
a
Stalin. Las “purgas” de los años 30 probaron que nadie estaba libre de
sospecha y que cualquiera estaba a merced de los aparatos de represión.
La sociedad que surge del estalinismo retornó a los valores sociales
tradicionales ensalzando las nociones de jerarquía y autoridad. En la
escuela obligatoria, pública y gratuita se fomentó el respeto a los
maestros; en la familia se reforzó la autoridad de los padres; en el
ejército se ensalzaron las nociones de jerarquía, obediencia y disciplina.
Las duras condiciones sociales y los avances en la liberación de la mujer
en los años veinte provocaron un fuerte descenso de la natalidad. La
reacción de
Stalin fue acabar con la legislación permisiva de los años
veinte y volver a un modelo de familia tradicional. La familia volvió a
convertirse en la célula social clave que debía inculcar a los jóvenes las
ideas de disciplina y trabajo duro. En 1936 el aborto fue ilegalizado y se
pusieron más trabas al divorcio.
Finalmente, el internacionalismo revolucionario de los inicios de la
revolución fue sustituido por el patriotismo ruso. El ejército
especialmente dejó de ser contemplado como el instrumento de la revolución
y se convirtió en el defensor de la patria y del régimen soviético.
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