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jueves, 14 de noviembre de 2013

la autocracia zarista

1. El Imperio Zarista: la difícil modernización de una autocracia

La autocracia zarista gobernaba un enorme país atrasado en el que la industrialización solo había alcanzado a algunos núcleos urbanos. La ineficacia de la monarquía absoluta se reflejó de forma abrupta cuando, ante la sorpresa de todo el mundo, Japón derrotó, en 1905, a la que aún se consideraba una gran potencia europea. Ese mismo año, una revolución fallida sacudió los cimientos del régimen zarista y puso en evidencia la inestabilidad de las bases en que se sustentaba.

En 1914 el imperio zarista era una gran potencia que se extendía por veintidós millones de kilómetros cuadrados a lo largo de Europa y Asia y contaba con ciento setenta millones de habitantes.

Desde 1905, Rusia vivió importantes transformaciones económicas. Aunque los campesinos analfabetos seguían siendo la mayoría de la población del imperio, las reformas de Sergei Witte, ministro del zar Nicolás II, favorecieron una intensa industrialización en unos pocos núcleos industriales urbanos y el nacimiento de un proletariado pobre y combativo.

Esta sociedad en transformación chocaba con una autocracia en la que el poder absoluto del Zar se sustentaba en la todopoderosa Ojrana, la policía política.

Diversos grupos clandestinos luchaban contra la monarquía rusa. Entre ellos, destacaba un pequeño grupo de marxistas revolucionarios dirigidos por Lenin, seudónimo de Vladimir Illich Uliánov. Conocidos como los bolcheviques, representaban una facción del Partido Socialdemócrata Ruso en la que confluía una visión radical de marxismo con la disciplina propia de una organización clandestina.

En ese contexto, la guerra mundial fue especialmente dañina para Rusia. En un país atrasado, el esfuerzo bélico (a mediados de 1915 los rusos habían sufrido más de dos millones de bajas) y la escasez de alimentos y combustible derrumbaron la moral de guerra de la población. Rusia se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para la agitación revolucionaria.

Al descontento social, se le unió la impopularidad del zar Nicolás II, que se había puesto personalmente al frente del ejército ruso y que era considerado por la población como el responsable máximo de la catástrofe de la guerra.

La situación terminó por estallar en marzo de 1917.

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